Desperdicio Alimentario

Introducción:

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Según la FAO, la pérdida y el desperdicio de alimentos hacen referencia a su merma en las etapas sucesivas de la cadena de suministro de alimentos destinados al consumo humano. Los alimentos se pierden o desperdician en toda la cadena de suministro, desde la producción inicial hasta el consumo final de los hogares.

La disminución puede ser accidental o intencional, pero en última instancia conduce a una menor disponibilidad de alimentos para todos. Cuando los alimentos se pierden o estropean antes de llegar a su fase de producto final o a la venta minorista, hablamos de pérdida de alimentos.

Esto puede deberse a problemas en la recolección, almacenamiento, embalaje, transporte, infraestructura o a los mecanismos de mercado, o de los precios, así como a los marcos institucionales y legales.

Las bananas recolectadas que se caen de un camión, por ejemplo, se consideran pérdida de alimentos. Cuando los alimentos son aptos para el consumo humano, pero no se consumen debido a que se deja que se estropeen o son descartados por los minoristas o los consumidores, se llama desperdicio de alimentos. Esto puede deberse a las reglas de etiquetado de fecha de caducidad rígidas o mal entendidas, o a prácticas de almacenamiento, compra o de cocina inadecuadas.

Fuente: FAO

Imagen: PublicDomainPictures en Pixabay

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Guías y manuales:

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"Guía de buenas prácticas frente al desperdicio alimentario".

Autoría: Gobierno de Aragón y ECODES, 2018

Cada año, un tercio de los alimentos producidos en el mundo para consumo humano no llega a ningún plato. En España tiramos 7,7 millones de toneladas de alimentos cada año. De ellos, en los hogares, el desperdicio alimentario alcanza el 42% del total; en la fase de fabricación el 39%; en la restauración el 14% y en la distribución el 5%.

El problema es enorme desde el punto de vista ambiental, social y también económico. Según la FAO, las emisiones de gases de efecto invernadero del desperdicio mundial de alimentos suponen un 8% del total, lo que equivale casi a las emisiones mundiales del transporte por carretera. Si el desperdicio de alimentos fuera un país, sería el tercer mayor emisor del mundo.

La Guía de buenas prácticas frente al desperdicio alimentario, destinada a los consumidores, nos da claves para frenar el alto porcentaje de alimentos que no llegamos a consumir. Y nos aporta datos y cambios de hábitos que nos ayudarán a aprovechar mejor la comida que compramos. La planificación en la compra, consejos sobre cómo almacenar y conservar, formas de cocinar y propuestas de formación y activismo son las líneas sobre las que se articulan las propuestas.

Los capítulos de esta guía son:

  • Alimentar a un mundo superpoblado
  • Paradojas alimentarias
  • Desperdiciar la comida tiene su coste
  • Quiénes desperdiciamos comida y cuánta tiramos
  • ¿Por qué tiramos comida en casa?
  • Consejos: ¿y qué puedo hacer yo?

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"Guía práctica para el consumidor: cómo reducir el desperdicio alimentario".

Autoría: Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, 2014

Se estima que un tercio de la producción mundial se pierde o desperdicia cada año en el mundo. Esta cantidad permitiría alimentar a 2.000 millones de personas, es decir, al incremento de la población  mundial de aquí a 2.050.

Sin duda, el desperdicio alimentario es una oportunidad desaprovechada no solo para alimentar a la población mundial en aumento, sino para combatir el hambre y mejorar el nivel de nutrición de las poblaciones más desfavorecidas, en particular en el actual contexto de crisis económica en el que se han incre mentado el número de personas en situación de vulnerabilidad social. 

Sin embargo, no se trata solamente de una cuestión ética. El desperdicio de alimentos plantea un impacto ambiental en términos de cantidad de recursos naturales finitos, como agua, tierra y recursos marinos utilizados en la producción de estos alimentos no consumidos.

En este contexto, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, ha elaborado la Estrategia “Más Alimento, menos desperdicio”, que tiene como objetivo desarrollar actuaciones que contribuyan a un cambio real en las actitudes, procedimientos de trabajo y sistemas de gestión de todos los agentes de 
la cadena alimentaria, que permita limitar reducir el desperdicio y las presiones ambientales.
El consumidor, como usuario final de los alimentos, puede contribuir de forma notable a ese cambio de hábitos. Un consumidor responsable debe ser consciente de las implicaciones sociales y medio  ambientales que tiene cada una  de las decisiones que toma en el momento de la compra y el consumo, y que determinan en gran parte las decisiones que toman los operadores a lo largo de 
la cadena de suministros.

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